Érase una vez, en el místico Valle de los Sarrios, enclavado en el corazón de unas antiguas montañas, un grupo de sarrios pastaban, cada uno de ellos con una pasión por la música tan profunda como las raíces de los árboles centenarios que las rodeaban. Las flores bailaban, el oso cesaba la caza, la perdiz abandonaba el cielo, el triton asomaba la cabeza y la erebia cambia sus colores al escuchar a los Sarrios.
Era bien sabido que los dioses del Pirineo envidiaban a estos sarrios por sus aptitudes musicales y una noche de tormenta el mismisimo Pyros convirtió a estos animales en humanos, dotandoles de incómodos dedos y cuerdas vocales que les impedían interpretar la bella música que los sarrios tocaban.
Tristes por abandonar su valle, los sarrios bajaron hasta la ciudad de Zaragoza en busca de instrumentos aptos para su nueva forma con la intención de recuperar sus dotes y volver a su casa para llenar el valle de música.
Jose María Subías (guitarra y voz)
Alvaro Clemente (bateria)
Juan María Gómez Cajal (guitarra y voz)